jueves, 29 de septiembre de 2016

La descolonización de la Psicología crea posibilidades para el cambio social

La Psicología es una disciplina académica que necesita
una larga y dura mirada a sí misma.

Los asuntos planteados por lxs estudiantes universitarixs de Sudáfrica en una nueva ola de protestas, deben ser entendido como algo integral e interrelacionado con el proyecto de descolonización en actual desarrollo. 

El racismo, la violencia de género, y las condiciones opresivas de trabajo - que persisten en las universidades del país - están alimentadas por ideas que han creado un mundo en el cual se justifica y legitimiza la organización jerárquica de la sociedad. Lxs psicólogxs son participantes claves de ese legado. Son cómplices en la formación de estas actitudes mentales. 

Lxs psicólogxs parten históricamente de las teorías del Darwinismo Social y la Eugenesia, para patrocinar la categorización jerárquica de las personas en grupos raciales, en las que las personas africanas fueron posicionadas como las menos humanas de todas. 

Los ejemplos incluyen los proyectos psicológicos del Siglo XX que implicaban tests de inteligencia y otras pruebas psicométricas, que ubicaban a las mentes de las personas en jerarquías determinadas por la raza.

Lxs psicólogxs defendieron las ideas de la Selección Natural y la "supervivencia del más apto". Su defensa llevó en última instancia a la legitimización de la esclavitud, la colonización y el apartheid; dando como resultado el genocidio de millones de africanxs y la colonización de las personas del "tercer mundo".  

Indicadores de diferencia 


Los estudios psicológicos aún utilizan la mente, y más recientemente el cerebro, como indicadores de diferencia.

El foco en las diferencias neurológicas entre hombres y mujeres; o la interpretación de la salud mental o los distintos tipos de cerebros de las personas adictas a las drogas, criminales, homosexuales, personas obesas, personas infectadas de VIH, es problemática cuando se traduce en resultados de estudios que relacionan la obesidad con una baja inteligencia, a las mujeres con irracionalidad, a las personas jóvenes con desviaciones, y a lxs pobres con la falta de empatía. 

Cuando estos descubrimientos se hacen públicos, reescriben procesos de inferiorización y control. Estos estudios reproducen ideas sobre quienes son conideradxs "normales" - y quienes necesitan una "intervención", así como de qué tipo. 

Pero la mente no existe por sí misma. Está dentro de una persona viva y moldeada en un contexto social. La mente está formada por nuestro ambiente social.

Un cambio descolonizador de la Psicología significaría alejarse del supuesto de que el individuo es la unidad central de análisis, y que no tiene en cuenta los contextos sociales, económicos y políticos de las personas. 

Para entender las causas fundamentales de la enfermedad mental debemos instruirnos, y a otrxs psicólogxs, en cómo las extensas relaciones de dominación y subyugación se manifiestan en la vida diaria de las personas. Una vez que reconozcamos el impacto de las enfermedades sociales en el bienestar de las personas, podemos comenzar a ver como la prescripción de medicamentos y terapias son solo medidas paliativas. Si, como psicólogxs, queremos hacer un cambio duradero en las vidas de las personas, debemos también intervenir en las desigualdades estructurales y las experiencias de violencia y discriminación que existen en la sociedad. 

En caso contrario, ¿no estamos simplemente ayudando a las personas a adaptarse a, y a sobrevivir en condiciones de vida opresivas?

Politizar la Psicología


En un discurso en el Instituto Para las Artes Creativas de la Universidad de Cape Town, el catedrático Nelson Maldonado-Torres propuso diez tesis sobre descolonización. 

Maldonado-Torres ha enfatizado la necesidad de un cambio estético descolonizador a través del cual les damnes - término de Frantz Fanon para denominar a lxs oprimidxs - emerjan como creadorxs y agentes del cambio social. Expresó que, para lxs académicxs, esto significa no refugiarse más en proyectos de estudios o trabajos académicos. Lo que se necesita es un proyecto colectivo que involucre organización política, estrategias y activismo.

Formas de Psicología más politizadas han surgido desde los años ochenta del siglo pasado, y que incluyen psicologías feministas, la Psicología Descolonial, y la Psicología de la Liberación. Estas ramas de la disciplina tienen un foco más social y crítico, e investigan las relaciones de poder entre distintos grupos dentro de la sociedad; tratando las identidades de las personas como diversas, fluidas e interseccionales. Las personas son vistas como entes históricos cuyas mentes han sido construidas por y a través de su ambiente social, económico y político. 

También proponen métodos innovadores y creativos que cuestionan las relaciones tradicionales entre investigadorxs y participantes, de forma que mitigan la violencia epistemológica muchas veces ejercida sobre lxs investigadxs. 

Estos proyectos teóricos son intrínsecamente políticos, e incluyen formas de activismo a través de la concienciación, movilización y acción social.

Lxs estudiantes han mostrado a lxs académicxs que quieren aprender sobre este tipo de conocimientos mientras vuelven a centrar la atención en sus experiencias y culturas dentro de la Academia. Están cuestionando para qué sirve la Academia.

¿El trabajo académico se está dedicando críticamente a asuntos de raza, clase y género, y en contra de las prácticas opresivas? ¿Qué teorías pueden crear, guiar y sostener sistemas sociales alternativos? Estas teorías deberían y deben emerger de la relación entre la producción del conocimiento que se lleva a cabo en las instituciones académicas y las experiencias vividas por las personas. ¿Cómo podemos saber que cambios son necesarios para alcanzar una sociedad justa sin conocer la vida de aquellas personas que están más marginalizadas por los sistemas sociales, y cómo involucrarlas en la lucha colectiva?

Un proceso de cambio


Un giro descolonial es un proceso de cambio, tanto en le pensamiento, como en la práctica; y está estrechamente relacionado con las instituciones académicas como piezas clave en la producción del conocimiento.

Varias cosas se han convertido en el centro del funcionamiento de las universidades: erradicar el pasado colonial, reflejar que sigue estando mal en el presente, e imaginar un futuro en el que las experiencias interseccionales de lxs más oprimidxs sean reconocidas y valoradas. Todo esto puede contribuir al surgimiento de teorías relevantes y productivas. 

A lxs psicólogxs de Sudáfrica les sugiero que un compromiso con la cultura negra, el feminismo negro y las masculinidades negras es central al proyecto de construir comunidades sanas, y abre posibilidades para la movilización, la acción y el cambio social. 

Este artículo (original en inglés) es una adaptación de un discurso presentado en el Congreso Anual de Psicología de la Sociedad de Psicología de Sudáfrica que tuvo lugar en Johannesburgo, del 21 al 23 de septiembre de 2016.

domingo, 25 de septiembre de 2016

"Todxs menos hombres cis": Creando espacios más seguros para personas LGBT - Brook Shelley


"No se admiten hombres cis". "Permitida la entrada a todxs menos hombre cis". "Mujeres y trans solamente". Cuando vas a fiestas queer, o BDSM, o charlas, es muy probable que te encuentres con este tipo de estipulaciones u otras similares, y podrías pensar "¡Qué bien!" Durante mucho tiempo a mi también me gustaba evitar gente que tan habitualmente ataca y deshumaniza a mujeres trans como yo. Suponía que no tener hombres cis en estos espacios crearía un ambiente seguro que alentaría a mis compañeros hombres no cis a aceptar a las mujeres trans y a formar una comunidad centrada en la ausencia de hombres cis. Pero esto definitivamente nunca sucedió, y en su lugar he notado muchos resultados desafortunados que deviene de esta política de acceso identitaria-policial. Muy poco de ella me ha hecho sentir segura. 

Comencé a pensar sobre esto hace un tiempo, cuando me invitaron a un evento queer kink*. En la invitación on line se indicaban la normas del evento, y la frase "todxs menos hombres cis" aparecía junto a las normas de consentimiento y de las fotografías permitidas. Mi estómago se revolvió cuando leí esa regla, y aunque no soy en absoluto un hombre cis, comencé a preguntarme porque me sentía así. Cuanto más pensaba la razón por la que esto me hacía sentir rara, más me daba cuenta de la cantidad de cuestionamientos que esta cláusula de presentación y asignación de género me estaba produciendo. Decidí no asistir a ese evento, y pase las semanas subsiguientes pensando en algunas de las consecuencias desafortunadas que este tipo de limitaciones pueden producir.

En primer lugar, y esto debería ser obvio, no todas las personas que llegan a la entrada de una fiesta aparentando ser hombres cis, son hombre cis. Muchas de mis compañeras trans se han sentido rechazadas y lastimadas por la suposición de que - quizás por las elecciones que han tomado sobre sus cuerpos, su imposibilidad de utilizar tratamientos hormonales, o su falta de acceso a cirugías por falta de información o recursos económicos - en realidad son hombres. La regla que no permite la entrada a hombres cis en muchos casos significa que las mujeres trans debemos pasar por dama cis, presentando nuestro género como lo suficientemente femenino para los porteros. La idea de que nadie salvo nosotras mismas podemos juzgar nuestro género es una dolorosa falacia. Y si nos atrevemos a ser butch**, o decidimos no tomar hormonas, somos propensas a que se nos prohíba la entrada a, o se nos vigile policialmente en eventos que pretenden ser espacios seguros para mujeres como nosotras. 

También es claro que casi todas las mujeres trans alguna vez fueron leídas como hombres cis, y muchas de nosotras solo llegamos a descubrir nuestro género, o aprender a transitar, accediendo a espacios que nos mostraban que podíamos ser trans; qué podíamos ser mujeres. Rechazando a alguien que quiere desesperadamente que se le permita estar con otras mujeres, otras personas queer, u otras femmes*** debido a su imagen o identidad actual supone falsamente que el género y la sexualidad son factores estáticos, y no un espectro fluido. 

La regla "hombres cis no" también impone una extraña responsabilidad a cualquier hombre trans, quien está teóricamente autorizado a entrar a estos espacios, a verse visiblemente trans, o a encontrar algún secret-handshake****  que indique "soy un tío trans" para poder acceder. Esto puede ser alienante o atemorizante, ya que tener que enfrentarse con la policía del género en la entrada de un evento supuestamente divertido no ayuda a disfrutar la noche. Y esto sin tener en cuenta que un hombre trans no debería estar preocupado por si parce o no un hombre cis para ser parte de una comunidad que aparenta ser inclusiva de los hombres trans. Lo que puede ser una medida de seguridad o de confort en el mundo cis o heterosexual puede terminar siendo un factor limitante,  crear una extraña dicotomía entre tener una una comunidad trans, acceder al mercado laboral, y experimentar seguridad a diario.

Un amigo mio trans recientemente me contó como fue maltratado en un espacio para personas queer y/o trans. En la puerta se le solicitó una identificación, y como su carnet de conducir indicaba "masculino" y aparecía su nombre elegido, el portero le montó un follón, hasta que eventualmente los seguratas lo echaron - porque, "obviamente, no eres un hombre trans". Sus protestas, diciendo "Soy trans, ¿para qué lo inventaría"", no le sirvieron de nada, y terminó yéndose con sus amigxs a otro bar donde no aparentaban saber ni les preocupaba su cuerpo o su identidad. En este caso, como en muchos otros, no hay ninguna forma cómoda en la que él pueda probar su identidad o su historia, y no debería existir ninguna razón para tener que hacerlo. Si nos encontramos en un lugar donde sólo un análisis de sangre, nuestra historia clínica, o nuestros genitales son la única vía de acceso a un espacio, entonces hemos creado un espacio que favorece lo normativamente atractivo o cis entre nosotrxs. 

Ser queer en si mismo no es siempre visible de la misma manera para las distintas personas, y puede no ser para nada visible. ¿Cómo luce una persona queer? ¿Es un código de vestimenta? ¿Es un cuerpo? ¿Es una combinación de sentimientos personales y acciones? ¿Quién tiene derecho a decir si otra persona es o no queer? Cualquier regla que permite a una persona o a personas juzgar la idoneidad de otrxs para acceder a un evento basándose en su percepción es un abuso. En última instancia, estas reglas y exclusiones no garantizan que los ambientes sean queer, si no que posibilita que formas aceptables de relaciones y personas que incluso se autoidentifican como heteros sean aceptadas debido a una presunción sobre cuerpos e identidades queer. La idea de que puedes saber si una persona es queer o no también termina poniendo en el punto de mira a las mujeres trans y a femmes, considerándolas que "parecen heteros", estableciendo un parámetro muy estrecho de lo que se considera queer. 

Adicionalmente, si estas reglas pretenden excluir a "aquellas personas que tienen penes" de estos espacios, entonces la abundancia de strap-ons***** y de tíos trans en la sala son pruebas de que esta no es una política efectiva. La idea de que ciertos genitales te hacen más propensx al patriarcado y a la violencia es peligrosa y perpetúa más el cisexismo que la seguridad. También daña a las mujeres trans, independientemente de como concebimos o utilizamos nuestros cuerpos y crea una exclusión tal que nos sentimos aludidas aunque el cartel ponga "mujeres trans bienvenidas". La idea de que lo penes deben ser excluidos me recuerda a las desagradables ideas de la segunda ola del feminismo que considera que toda violencia es masculina. Aunque la violencia puede tener estadísticamente índices mayores en hombres, no está necesariamente limitada a hombres cis, y puede implicar masculinidad mas que una asignación de género. La creencia de que la violencia en las relaciones queer, o la perpetuada por lesbianas o mujeres, no existe, o es increíblemente rara es el tipo de manipulación que puede hacer que la pareja o la novia de una persona abusadora no busque ayuda para escapar de una relación abusiva o peligrosa. Solamente podemos evitar el abuso en nuestros espacios detectando conductas abusivas y teniendo una tolerancia cero hacia estas, sin fijarnos en como la persona que la ejerce puede parecer o presentarse ante lxs demás. 

También he oído que muchas mujeres queer y tíos no binarios no pudieron llevar a sus parejas queer a ciertos espacios porque a lxs organizadorxs les parecían hombres cis. Esta es una realidad más allá de que sus parejas fueran personas femme, mujeres trans, o que no se identificaban como hombres cis. Esto no solo hace que estas personas pierdan interés en asistir, también lxs castiga injustamente por elegir compañerxs que no adhieren a las creencias estrechas de lxs organizadorxs sobre lo que significa "mujer" y "trans". No deberíamos castigarnos unxs a otrxs por la elección de parejas, ni tampoco emitir juicios sobre como las personas queer o trans deben verse. Esto posiblemente resulte en la prohibición de entrar a nuestros espacios a gente estupenda, mientras mantenemos valores de uniformidad y conservadurismo respecto a la apariencia, la actitud y la expresión, en un primer plano dentro de nuestros grupos.

Hay mucho más que decir sobre la perpetuación de lo permitido como queer en ciertos espacios, como una herramienta de la supremacía blanca también, pero esa crítica merece un artículo aparte, y por el momento sólo diré que no es sorprendente que tantos espacios queer sean tan, tan blancos... y ahí lo dejo. Deberíamos ser más listxs, y aprender a no lastimar a aquellxs que afirmamos proteger.

En función de avanzar en la organización y acceso a nuestros eventos, primero debemos pensar honestamente en que y a quienes queremos tener en nuestros espacios. ¿Qué tipo de conductas queremos alentar y desalentar? ¿Estamos intentando crear un espacio para gente que suele ser discriminada donde se sientan seguras para explorar su sexualidad, o conocer a otras personas que podrían estar interesadas en una amistad o relación? ¿Cómo ayudan o limitan las normas de identidad estas metas? ¿Estamos desmantelando estructuras de poder cuando creamos estos espacios, o estamos inventando nuevas formas de atacar a las mismas personas que son el blanco del patriarcado y la heteronormatividad que decimos combatir?

Estas son preguntas duras, pero sin hacerlas nos arriesgamos a reproducir las mismas políticas identitarias y la persecución de los más de 40 años de sociedad queer, que no nos han llevada a buen puerto a las personas más marginalizadas. Las respuestas a estas preguntas probablemente revelaran mucho sobre nuestros prejuicios, como los que tenemos con nuestras políticas supuestamente contestatarias, y los temores a ciertos cuerpos, identidades, o personas dentro o alrededor de nuestros espacios. Nuestras conjeturas y temores muchas veces no están basados en la realidad, si no en espectros que hemos creado a través de años de diálogos y escritos opresivos. 

En mi exploración de este tema, he encontrado que las razones para establecer reglas como a las que hago referencia anteriormente, se explican generalmente como una forma de crear espacios más seguros, y evitar el acceso de abusadorxs y mironxs a estos espacios. Pero enfocando esto sobre personas leídas como hombres cis, estas reglas hacen parecer que quienes no son hombres cis nunca pueden ser abusadorxs, y que solamente ellos pueden perpetuar el abuso patriarcal. Esto es desastrosamente incierto. En su lugar sugiero que si la meta es evitar problemas y abusos, se deben vigilar esas conductas, y expulsar a las personas que utilizan palabras o acciones que hacen que otras personas se sientan inseguras.

Mejor que juzgar quienes son lxs demás es estipular que la invitación es para personas queer, o mujeres, o femme (dependiendo de tus objetivos), y asumir que lxs otrxs saben mejor que tu quienes son. Debemos dejar de ser jueces del género de lxs demás, de su imagen o su sexualidad, y aceptar que van a buscar e ir a sitios que encajan con lo que son. Y, francamente, incluso si un pequeño grupo miente sobre su identidad, estas pocas personas deberán cumplir con los requerimientos de conducta como el resto, y hasta podrían aprender mucho sobre como manejarse de una forma distinta en el mundo. Si creamos espacios de este tipo, abiertos y responsables, donde todxs tenemos los mismos códigos de conducta, consentimiento y lenguaje - basado en lo que hacen, y no lo que parecen - entonces realmente estaremos creando los tipos de lugares seguros que queremos y nos merecemos. 

*kink: relacionado con prácticas sexuales no convencionales o normativas, como el BDSM, SM, etc.

**butch: masculinx; por lo general se utiliza para definir la pluma lesbiana, pero también se aplica a hombres gays no femeninos. 

***femmes: femeninx; por lo general se utiliza como opuesto de butch, pero también puede aplicarse a hombres femeninos.

****secret-handshake: forma de saludo de un grupo determinado o una subcultura.

*****strap-on: dildo con arnés que se ajusta a la cintura.

Brook Shelley es una mujer trans-queer que vive en Portland, le gusta pasar tiempo con su gatx, y ejecuta todo tipo de magia tecnológica para una empresa de software. Viaja cuanto puede, y se la puede encontrar habitualmente echada en su sofá, leyendo y disfrutando una sidra. 

Ver artículo original en inglés.