domingo, 28 de octubre de 2018

¿Por qué el sexo no es binario?

La complejidad es más que cultural, también es biológica.

Por Anne Fausto-Sterling


Dos sexos nunca han sido suficiente para describir la variedad humana. Ni en los tiempos bíblicos, no ahora. Antes de que supiéramos mucho sobre biología, construimos reglas sociales para administrar la diversidad sexual. El antiguo código rabínico llamado Tosefta, por ejemplo, algunas veces trata a las personas que tiene partes femeninas y masculinas (como testículos y vagina) como mujeres, por lo que no pueden heredar propiedades ni ser sacerdotes; y otras veces como hombres, a quienes se les prohíbe afeitar o habitar espacios para mujeres. Más brutalmente, los romanos, como veían a las personas de sexos mezclados como un mal presagio, podrían matar a una persona cuyo cuerpo y mente no se ajustasen a una clasificación binaria del sexo.

Hoy en día, algunos gobiernos parecen estar siguiendo el modelo romano, si no matando a la gente que no encaja en una de las dos etiquetas sexuales, tratando de negar sus existencias. Este mes el primer ministro de Hungría, Viktor Orban, prohibió los programas de estudios de género en las universidades de dicho país, declarando que “las personas nacen hombres o mujeres” y es inaceptable “hablar de géneros construidos socialmente, en lugar de sexos biológicos”.  Ahora el departamento de salud y servicios sociales de la administración Trump quiere seguir el ejemplo definiendo legalmente el sexo como “la condición de hombre o mujer de una persona basándose en rasgos biológicos inmutables identificables al nacer o antes de hacerlo”.

Esto está mal de tantas formas, tanto moral como científicamente. Otrxs explicarán los daños humanos que esta medida puede causar, yo me concentraré en el error biológico.Se sabe hace mucho tiempo que no existe ninguna medida biológica que sitúe indiscutiblemente a cada ser humano en una de dos categorías – hombre o mujer. En los años 50 del siglo pasado, el psicólogo John Money y su equipo estudiaron personas nacidas con combinaciones inusuales de marcadores sexuales (ovarios y pene, testículos y una vagina, dos cromosomas X y un escroto, y otros). Pensando en estas personas, a quienes hoy en día llamaríamos intersexuales, el doctor Money desarrolló un modelo estratificado del desarrollo sexual.   Comenzó con el sexo cromosómico, determinado en el momento de la fertilización, cuando un espermatozoide con un cromosoma X o Y se fusiona con un óvulo con un cromosoma X. Al menos eso es lo que usualmente sucede. Menos comúnmente, un óvulo o un espermatozoide puede carecer de un cromosoma sexual, o tener uno extra. El embrión resultante tendría un sexo cromosómico fuera de lo común, podrías ser XXY, XYY, o XO. Entonces, incluso considerando la primara capa del sexo, ya encontramos más de dos categorías.

Y esa es solo la primera capa. Entre las ocho y las doce semanas después de la concepción, un embrión adquiere sexo gonadal fetal: los embriones con un cromosoma Y desarrollan testículos embrionarios, mientras que aquellos con dos cromosomas X forman ovarios embrionarios. Esto prepara el escenario para el sexo hormonal fetal, cuando los ovarios o testículos embrionarios producen hormonas que incentivan el desarrollo del embrión hacia una dirección femenina o masculina, dependiendo de que hormonas aparezcan. El sexo hormonal fetal organiza el sexo reproductor interno (la formación del útero, el cuello y las trompas de Falopio en sujetos femeninos, o los conductos deferentes, la próstata y el epidídimo en sujetos masculinos). Durante el cuarto mes, las hormonas fetales completan su trabajo conformando los genitales externos – pene y escroto masculinos, vagina y clítoris femeninos.

Al momento del Nacimiento, un bebé tiene cinco capas de sexo. Pero como sucede con el sexo cromosómico, cada subsecuente capa no siempre se convierte en algo estrictamente binario. Más aún, las capas pueden entrar en conflicto entre ellas, siendo una binaria y las otras no: un bebé XX pueden nacer con pene, una persona XY puede tener una vagina, etc. Este tipo de inconsistencias desbarajusta cualquier plan de asignar el sexualmente a las personas como hombre o mujeres, categóricamente y por perpetuidad, solo observando las partes privadas del bebé recién nacido.

Para hacer aún las cosas más complicadas, la estratificación no termina con el nacimiento. Las personas adultas que rodean al bebé recién nacido identifican el sexo basándose en como perciben el sexo genital (tras el nacimiento o a través de una ecografía) y con esto comienza el proceso de socialización sexual. Las hormonas fetales también afectan el desarrollo del cerebro, produciendo otra capa llamada sexo cerebral. Un aspecto del sexo cerebral se vuelve evidente en la pubertad cuando, por lo general, ciertas neuronas estimulan niveles o patrones de hormonas masculinas o femeninas que causan la maduración sexual.

El doctor Money llama a estas capas sexo hormonal y sexo morfológico de la pubertad. Pero estas también pueden variar ampliamente más allá de una clasificación en dos categorías. Este hecho es fuente de continuas disputas para decidir quienes pueden competir legítimamente en eventos deportivos para mujeres.

Desde los años 50 del siglo pasado ha habido mucha investigación sobre este tema, pero aquellas personas que buscan en la biología una definición del sexo y el género fácil de administrar pueden obtener muy poco consuelo de los más importantes de los descubrimientos. Por ejemplo, ahora sabemos que en vez de desarrollarnos bajo el efecto en un solo gen los testículos embriónicofetales u ovarios se desarrollan bajo los efectos de redes de genes opuestos, uno que suprime el desarrollo masculino, mientras estimula la diferenciación femenina, y otro que tiene el efecto contrario. Lo importante, entonces, no es la presencia o ausencia de un determinado gen, si no el balance de poder entre estas redes de genes actuando conjuntamente o en una secuencia particular. Esto socava la posibilidad de utilizar un simple test genético para determinar el sexo verdadero”.

El cambio de política propuesto por el departamento de salud y servicios sociales retrocede en el tiempo. Se opone al consenso científico sobre el sexo y el género, y pone en peligro la libertad de las personas a vivir su vida de una forma que encaje con su sexo y género, ya que estos se desarrollan a través del ciclo individual de la vida.

Anne Fausto-Sterling es profesora emérita de biología y estudios de género de la Universidad de Brown (EEUU).


Texto original en inglés aquí.

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